LAS BALEARES ROMANAS

Quinto Cecilio Metelo

LA CONQUISTA ROMANA DE MALLORCA Y MENORCA

La conquista romana del 123 aC es uno de los hechos más trascendentales de la historia de Mallorca, ya que marca la pautas políticas, sociales, económicas y culturales por las cuales se desarrollan las islas durante un milenio.

Casi un siglo después del desembarco de los romanos en la Península Ibérica, y en un contexto de ocupación progresiva de toda la cuenca del Mediterráneo nord-occidental, los romanos conquistaron las Baleares, nombre con el que se conocían tan sólo las islas de Mallorca y Menorca. El pretexto para la conquista fueron las actividades piratas.
Después de un combate naval, la flota romana comandada por Quinto Cecilio Metelo desembarco y acabó con la escasa resistencia de los nativos. De todas maneras, se ha documentado la destrucción de algunos santuarios talayóticos como son los de Son Favar, Roca Roja, Almallutx y Son Carrió.
Aún así, el mundo indígena no desapareció de una manera rápida sino que inicia un proceso de lenta decadencia que durará siglos. Así, persistirá durante mucho tiempo una población indígena que mantendrá parte de su identidad.
Es importante señalar que los ebusitanos abandonarán la factoría de Na Guardís coincidiendo aproximadamente con la conquista romana. Conviene recordar que Ibiza y Formentera, de población y cultura púnica, no se verán directamente implicadas en la conquista romana de Mallorca y Menorca, aunque su economía se verá perjudicada y, sin duda, se incrementará la influencia romana. Entre el sigo II aC y el cambio de era Ibosim (Ibiza) se convertirá en una ciudad federada a Roma.
La ocupación romana de Mallorca y Menorca se consolidó inicialmente con la creación de campamentos de carácter militar, como el de Son Espasas. Esta ocupación se completó con la fundación de dos núcleos de población, Palma y Pollentia, estratégicamente situadas cerca de dos grandes bahías de Mallorca. En un principio, probablemente eran fortalezas de carácter militar que pronto asumieron la condición de colonias latinas. Estos núcleos se nutrieron de 3.000 «romanos» (probablemente itálicos residentes en Ibérica) que Metelo instalo en las Baleares.
En la conquista es posible que los romanos contasen con el soporte del núcleo talayótico de Bocchorus (Bóque, Pollensa), que se convirtió en una ciudad federada a Roma, es decir aliada, pero con sus propias leyes instituciones. Bocchorus disponía de una buena salida al mar y estuvo poblada como mínimo entre el sigo VI a.C. y el III d.C.
Además, en Mallorca están documentados dos núcleos urbanos, probablemente prerromanos, que consiguieron el estatus de municipios latinos. Se trata de Guium y Tucis, que no han sido localizados con certeza.
En Menorca hubo tres núcleos urbanos: uno de nueva planta, Sanisera y dos prerromanas, Iamo y Mago. Por lo que hace a Ibiza, una vez acabada la Segunda Guerra Púnica, pacta con Roma y asume la condición de ciudad federa entre el sigo II a.C. y el cambio de era, de manera que mantuvo su autonomía y su cultura púnica.
Mientras se engrasaba el proceso de romanización y aunque no fue un indicio de aceptación universal del dominio romano, algunos sectores autóctonos proporcionaron honderos baleares a los ejércitos romanos.

Campamento militar de Son Espasas

ROMANIZACIÓN
 
La llegada de los colonos «romanos» de la Península y la creación de dos ciudades de derecho romano fue la punta de lanza de un proceso que se prolonga hasta el siglo II y que implica la adopción del estilo de vida romana. Así, en un proceso que fue desigual tanto territorialmente como socialmente, se fue imponiendo una sociedad que clasificaba a sus ciudadanos libres según el tipo de derecho que ses aplicaba: el derecho romano, el más favorecedor; el derecho latino, menos favorable; y los peregrinos o forasteros, que estaban sujetos al ius gentium que no tenían los derechos ni las obligaciones de los romanos ni los latinos. Asimismo se introdujeron nuevas costumbres religiosas, de alimentación, la moneda que no conocía la cultura talayótica, y nuevas técnicas para la construcción y para la explotación de los recursos económicos. Inicialmente, buena parte de la población indígena se mantiene al margen de la romanización aunque experimenta una bajada demográfica, la pérdida de tierras y un incremento de las desigualdades sociales.
A partir de Augusto, se acelera el proceso de integración de los indígenas de manera que se abandonaron muchos poblados y santuarios y se adoptaron nuevos ritos funerarios. Hacia el año 73-74, el emperador Vespasiano otorga el derecho latino a muchas comunidades. Esta expansión del derecho latino favorece la romanización. hasta el año 212 no se concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del imperio.
La lengua latina se convirtió en la lengua hegemónica, probablemente de las ciudades. A pesar de esto, todo hace pensar en una larga pervivencia oral de la lengua de los talayóticos.
El proceso de romanización también implica la sustitución de la religión preexistente y la transformación de los ritos funerarios.

EL BAJO IMPERIO

A partir del siglo III, el imperio romano sufre una fuerte reestructuración que implica la consolidación de una monarquía absoluta, la multiplicación de las provincias, la decadencia del mundo urbano y el auge de Africa y el Oriente mediterráneos en detrimento de Occidente.
A finales del siglo III o a principios del siglo IV se creo probablemente la provincia de Baliares, referida ahora sí, al conjunto del archipiélago de las Islas Baleares.
Aunque, en general, en esta época hay un retorno a una economía de subsistencia, las Islas Baleares continúan manteniendo importantes contactos comerciales. Las relaciones económicas más destacadas se mantienen con Italia, el sur de la Península Ibérica y el norte de África.
Por lo que se refiere a la sociedad, la generalización de la ciudadanía romana (año 212) había igualado en derechos a los hombres libres del imperio. Pero una estado cada vez más despótico iba minando los derechos de los ciudadanos e impulsaba un fuerte inmovilismo social. Las libertades individuales fueron progresivamente limitadas y la sociedad se polarizo entre los ricos propietarios y la élite funcionarial, por una parte, y el grueso de la población agraria y menestral por otra.

Recreación de la basílica paleocristiana de Son Peretó. Dibujo: Vicenç Sastre

La existencia de una comunidad cristiana consolidada en Menorca al inicio del siglo V hace pensar en una situación parecida en Mallorca. Por otra parte, se ha de recordar que, desde el año 391, el cristianismo era la religión oficial del Imperio Romano.
La crisis del impero facilita las incursiones cada vez más recuentes de los pueblos de norte y este de Europa. Los vándalos, un pueblo germánico, saquearon las Islas Baleares el 425 dC, pero no las ocuparon. En el año 455, después de la muerte del emperador Valentiniano III, el rey vándalo Genseric, que ya ocupaba buena parte del norte de África, incorpora las Islas Baleares a su reino.
Finaliza así un largo periodo de dominio político romano (123 aC – 455 dC), pero las estructuras sociales, económicas, culturales y religiosas propias de la época romana persistirán, con algunos cambios durante cuatro siglos y medio.