El busto más conocido e iconico de la diosa púnica Tanit. Encontrado en un hipogeo del Puig des Molins y conservado en el museo del mismo nombre |
Ibiza conserva todavía el nombre de un dios egipcio adoptado por los púnicos. se trata de Bes, un curioso personaje que era representado como un enano burlón, deforme y divertido.
Asentamiento de Sa Caleta, abandonado ya en época púnica para trasladarse sus pobladores a Ibosim -Ibiza- |
Así podemos imaginarnos la Ibiza púnica: una gran ciudad amurallada y un campo dénsamente poblado. Haciendas como las de ses Païsses de Cala D’ Hort centralizaban la producción agrícola y ganadera. El asentamiento se hallaba situado en un punto equidistante entre el norte de África y los Pirineos, imprescindible para el intercambio con las colonias griegas de Mesalia (Marsella) o los yacimientos de metales de la península Ibérica.
La Cova des Culleram es un antiguo santuario sagrado dedicado a la diosa cartaginesa Tanit, diosa del amor y la fertilidad a quien los fenicios profesaban gran adoración. |
El gran impulso llego de manos de los cartagineses , que convirtieron el enclave en una ciudad rica y comercialmente activa a partir del sigo V a.C. Según los cálculos efectuados a partir de la necrópolis del Puig des Molins, la Aybsm púnica pudo llegar a los 5.000 habitantes. Una cifra respetable para la época.
Interior del un hipogeo del Puig des Molins. Esta necropolis fue utilizada en época púnica y romana |
La Ibiza púnica se enriqueció con el comercio. No sólo ejerció como base marítima e intermediaria, sino que exporto producciones propias. El comercio se basaba sobre todo en intercambios pactados con los dirigentes indígenas, como debió de ocurrir en las Baleares talayóticas. Los púnicos practicaban el trueque con los jefes, reforzando así su poder. A cambio de objetos exóticos procedentes de lugares más civilizados, recibían materias primas y también esclavos.
Así pues el talayótico final se caracteriza por una extraordinaria influencia del mundo púnico procedente de Ebusus -Ibiza-, sobre todo con nuevos productos e influencias culturales y religiosas, pero la estructura social no parece cambiar. Los linajes gobernantes favorecidos por su trato con los comerciantes, aumentan seguramente su poder y fuerzan a una sobreproducción mayor para tener excedentes con los que llevar a cabo intercambios. En el años 123 a.C., cuando los romanos desembarcan las Baleares, los talayots siguen representando el espíritu de aquella cultura. Las construcciones ciclopeas fueron, hasta el final, el símbolo y el refugio de los hombres de la civilización talayótica. La imagen de un viejo orden que, lenta pero inexorablemente, acabará por desaparecer.