Mayoritariamente, asociadas a los hipogeos de planta compleja, se encuentran unas hornacinas conocidas con el nombre popular de «capades de moro». Se trata de cavidades generalmente de forma ovoide aunque también pueden ser rectangular o trapezoidal, excavadas en las paredes rocosas, a una altura aproximada de entre 1,5 y 2,5 metros sobre el suelo. Se encuentran generalmente en los exteriores de los hipogeos, aunque en alguna ocasión también se pueden localizar en el interior de los mismos. Los hay también con un rebaje a su alrededor para el acoplo de una losa de cierre.
No se conoce con exactitud su cronología de construcción y uso, aunque la presencia de uno de estos elementos cerca de la entrada del hipogeo XXI de Calescoves permite especular que se empezarían a construir en una fase avanzada del Talayótico inicial y perdurarían durante el Talayótico final, etapa a la que corresponden seguramente la mayoría de las capadas conocidas.
Las medidas de estas cavidades son variadas, pero de una forma generalizada se puede decir que no sobrepasan el metro de altura por 60 cm de ancho y unos 40 o 50 cm de profundidad. En algunas ocasiones presentan un rebaje alrededor que indica que posiblemente tuvieron un sistema de cierre. Los podemos encontrar de forma individual o formando grupos numerosos que pueden llegar a sobrepasar los 40 ejemplares.
Se desconoce cual era el propósito de su construcción ya que no se han encontrado capadas con su contenido intacto. Existen dos propuestas principales: La primera es que podría tratarse de lugares de deposición de ofrendas para los difuntos y la segunda es que podrían ser pequeñas tumbas donde se colocarían contenedores cerámicos, a mode urna funeraria, que contendrían los restos de los individuos perinatales que no se depositaban en el interior de los hipogeos.
El nombre de Capada de Moro proviene del parecido con una impronta de la parte superior de cráneo humano de grandes proporciones, un cráneo de moro, designado como «capada» (cabezazo). Durante siglos, los mallorquines y menorquines consideraron «de los moros» cualquier construcción antigua -igual que «La Cova des Moro» nombre por el que se conoce a sendas cuevas situadas en ambas islas-