La divinidad del toro en la antigüedad y en el Talayótico Tardío

Los toros de Costitx están realizadas en bronce y con una técnica de pulido y de detalle muy superior al de otros vestigios de la época por lo que parece muy poco probable que utilizando los recursos de fundición y manufacturación del talayótico final (500 – 200 a.C.), estas piezas pudieran haber sido elaboradas en las islas. La teoría más plausible es que se trataba de akroterias, mascarones de proa utilizados por los piratas de la época. Por lo que es probable que las tres cabezas fueran o bien el resultado de un negociación con los piratas o bien el botín de una reyerta con ellos que acabó en victoria local.

La adoración del Toro, como animal sagrado era común en el mundo antiguo. Su fuente de conocimiento viene de Egipto, y luego pasó a los pueblos de la Mesopotamia Antigua y la Grecia Helenista y, a partir de esta, a la civilización romana.

En las culturas neolíticas del Mediterráneo y Próximo Oriente, el toro ocupó un lugar importante en la progresión de la humanidad. Tanto el nómada como el sedentario conviven de cerca con este animal, que se agrupa a su lado y del cual el hombre, muchas veces, depende para su supervivencia que dependía de las cosechas, de la abundancia de ganado y de los brazos disponibles para el trabajo. Por ello aprende a conocerlo bien y a representarlo, identificándolo con la virilidad y la procreación en la naturaleza. Los objetos sagrados, ya sean animales, plantas, lugares u objetos no se veneran por sí mismos, sino que se les considera sagrados porque revelan la realidad última o porque participan de ella.

Representación del toro en la cueva de Lascaux, durante el paleolítico superior

Durante la Edad del Bronce, el culto al toro alcanza su mayor desarrollo, difundiéndose por todo el Mediterráneo; en zonas como el Egeo tuvo un gran arraigo, especialmente en el mundo cretense, donde este animal aparece ligado a cualquier manifestación de la vida monoica. En ella, cobra especial relieve la práctica de juegos taurinos, de significado religioso, en los que los jóvenes de ambos sexos, hacían ejercicios acrobáticos sobre un toro, que precedían a su sacrificio, cuya sangre debía fecundar simbólicamente la tierra.

Taurokathapsia, es el juego con del toro, se considera un fenómeno genuino de la civilización minoica. Dado el carácter sagrado que tenía el Toro para la civilización minoica y su condición de símbolo de fortaleza y fecundidad, estos saltos del toro pudieran ser en origen un rito de paso de la adolescencia a la madurez que practicaban los jóvenes cretenses. Un ritual a través del cual, por el contacto con el toro en la práctica del salto, ya fuese al apoyarse en los cuernos, en el morrillo o en el lomo, se transmitía de forma “mágica” su fortaleza y capacidad fecundadora.
La Taurocatapsia del mural de las paredes del palacio de Knossos, está fecha fechada entre el 2000 a 3000 a.C. En la taurokathapsia , los acróbatas realizan saltos sobre los lomos de los toros. El toro depositario de la fuerza bruta y enfrente el hombre, representado por jóvenes atletas que buscan derrotarlo.

Un aspecto importante del culto taurino, es su asociación con la Diosa-Madre, importante divinidad femenina de las primeras civilizaciones del Próximo Oriente y del Mediterráneo, que perdurará durante muchos siglos. Esta divinidad, señora de la naturaleza y poseedora del don de la fecundidad universal, aparece ligada al toro, elemento representativo de la fuerza masculina; la unión entre ambos servía para renovar el eterno ciclo de la vegetación.

Buey de Bronce de Torralba d´en Salort. Del talayótico final; de reducidas dimensiones pero de cuidadosa talla. La estatuilla fue concebida para colocarla enclavada en una superficie plana, pero fue localizada a los pies de un pequeño altar de piedra situado al lado de la taula. El buey de Torralba nos muestra que se brindaba culto a este animal en los santuarios de taula. Este hecho también se ve reflejado en tumbas y espacios funerarios del mismo momento histórico, donde se han documentado cuernos y otros elementos relacionados con los bueyes que nos muestran la importancia religiosa y económica que tuvo este animal hacia el final de la prehistoria en Menorca.

EL TORO EN LA CULTURA TALAYÓTICA

El frecuente hallazgo en los santuarios talayóticos de representaciones de toros, realizadas en bronce o barro, como las magníficas piezas de Costitx, estatuillas y cuernos sueltos o rematados por cabecitas de este animal y en algunos casos por una paloma (emblema de la diosa Tanit), atestiguan la importancia del culto a una divinidad taurina, durante la fase final de la cultura talayótica.

Cap de Bou de Talapí. Se trata de una escultura singular y de modestas dimensiones (39cm) hecho de bronce. Datada entre el siglo IV-II a.c. -Talayótico final- La cabeza está encima de un cuello curvado que se va apretando a medida que se alza y abajo tiene un disco que refuerza la pieza.

Esta deidad simboliza el vigor físico y está ligada a creencias protectoras de la fecundidad y a ritos astrales de carácter mágico. Relacionadas con su culto, se encuentran unas pequeñas esculturas de bronce, de guerreros desnudos, con yelmo y lanza, que encarnan a una divinidad guerrera, de origen oriental (Reshef Melkart o Mars Balearicus), difundida por el Mediterráneo, y reflejo del poder y la virilidad.

En el interior de los santuarios, se han encontrado huesos y cenizas de sacrificios de animales, depositados en recipientes de barro, colocados en el suelo o junto a las paredes; también aparecen otros objetos y vasijas cerámicas que se dejaban como ofrendas; algunas de ellas son de época romana, lo que indica la perduración y vigencia de estas prácticas religiosas de origen semita en los primeros siglos de la romanización.

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